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1.
En las afueras de mi barrio de muertos de hambre hipotecados por una burbuja de chalet y coche de vitrina, se amontonan entre amianto y cascotes restos de plantaciones de marihuana. Flâneur de escombreras y deportista de vertedero, cada verso es el espejo de un polígono industrial quebrado por la crisis y sus metáforas, alimentado en vano por líneas de alta tensión que intentan resucitar un mundo sin cromosomas. Te preguntas cómo se pueden torcer tanto las cosas mientras olvidas que el viento vive en las curvas. Acabas aceptando que o el ser humano es la mierda absoluta o que el mundo está lleno de locos peligrosos. Por eso en mis momentos más íntimos me vacío por dentro, me desnudo de la inmundicia estirando el brazo hacia Federico. Donde él veía borrachos pisando niños traslúcidos nosotros justificamos cada miedo grabado en un préstamo bancario. Hay un clac en nuestras cabezas que no cede, hay un clac en nuestros pasos de androide condecorado de heridas, un clac que es un impuesto, que es una aduana, que es pagar un peaje, que es estar mal hecho de fábrica, que es vivir a la luz lechosa de lámparas que nadie quiere, aceptando que el silencio empieza en el rugido de un estadio de fútbol, y que antes de un desahucio están las urnas y la mano invisible imposible de ocultar porque está manchada de sangre. El laissez faire es laissez mourir, y sólo entiendo esta postura si aceptamos las úlceras y las bocas arrancadas para no morder al compañero de jaula. Caminando por los pasillos del supermercado intentamos arrancarnos la piel cuando descubrimos en ella un código de barras. Se ha borrado la línea entre la almohada y el grito ahogado, las calles rezuman alacranes crueles por las alcantarillas, el tiempo es un remedo grotesco de Atlas con el hombro dislocado.
2.
Sobre mi espalda de troll agobiado por las sombras construyo todos los asideros que necesito en la tormenta. Hay un órgano celestial en cada suspiro resignado. La música de las esferas que articulan los fémures. Cada semana es una ventana veloz en el viaje, un fotograma de horizonte imposible y sin entradas. Alcanzo la certeza de que la criatura que voluntaria se quita la vida deja patente su necesidad inamovible de un ángel de la guarda. La realidad más banal y anodina es violenta como un putero. Sus puñaladas y fracturas pasan inadvertidas en este trasiego de barro. Habito la ionosfera de cualquier urbe. Intento vivir sin considerar a mi perro comida o recurso, escribir poesía sobre los restos de la víspera electoral, metáforas y ritmo sobre nombres de alpinistas de cloaca. No glorifico el trabajo porque es la broma pésima del que roba. Me pondré a currar en serio cuando mi sudor no pague tabiques de platino. Supongo que me uniré a la revuelta cuando dejéis de envenenaros con la libertad en la boca. Podéis empezar a llamarme pijo cuando dejéis de gastaros el sueldo en anularos, en alcohol, en pastillas, en cigarros de la risa. Me siento insultado por vuestra desvergüenza, igual a la de cada anuncio de casa de apuestas que me llama simio submental a la puta cara acuchillándome insoportable con decibelios. La quinta columna de la banca pretende parar al fascismo con una montaña de despidos y desahucios, crear barricadas con las figuras quebradas de las colas del hambre que acosan el amanecer. Su despropósito es atroz pero nadie se levanta y abandona el salón de actos. Su gran estafa necesita todos los focos, como un adolescente necesita hacer ruido y ser incómodo a su pesar sólo para saber que existe. Jugamos a un juego que sólo hace valer una regla, pese a todo el peso de las ofertas de humo. Como si la democracia burguesa se comprendiera sin alambradas, sin patadas al estómago del desposeído. Me duele este pasar de los días como a quien le duele la risa porque lleva tiempo cómodo en las lágrimas. De una mansión sólo me interesan sus silencios. Dame una choza sin la genuflexión de la palabra obligada.
3.
Ya vuelven las cigüeñas. Ya vuelven las gaviotas. Yo no sé qué más necesitas para olvidar a Dios por siempre, amén. Vuelven, y aunque se bañan en ríos sucios y se alimentan en vertederos, siguen siendo evidencias más ciertas que cualquier ciudad del globo. Hay una grulla solitaria y perdida, girando alta, muy alta, sobre las calles de Usera, buscando sin rumbo una última bandada. Es su canto desorientado el de un tiempo sin raíl ni vapor ni raíces. Pienso qué bien la lluvia y los charcos que nos retienen con su roce en este alejarse del mundo. Un mundo donde la mayoría de la gente nace con ovarios pero todo se hace por cojones. Desde que las miradas son amenazas y abusos ya no soy cacto ni espino: bajo la cabeza, bajo las pestañas quemadas de luz. Quedo fuera como las balas en sobres quedan fuera de la normalidad democrática que, no obstante, necesita la normalidad de bloqueos y embargos para quien no traga, burbujas de hambre y bombardeos para quien estorba en google al hambre del ogro. Ya vuelven las aves, como piedras en las que siempre tropezamos. Ya vuelven los absurdos vacíos de índices que señalan.
4.
Tenemos todas las de perder por abandono porque la estupidez es incombustible. Dispuestos siempre a la derrota con el propósito firme, inamovible, reiterado y fiel, de la cigüeña y su nido. Intentamos parar el tiempo, sujetar la caída del mundo cambiando de canal como quien saltara de plano. Qué hacer cuando el patrón es un algoritmo. Qué haría el banquero sin el activismo que le lava las sábanas tras cada orgía. Cada vez que rezas perdemos la fe. Cada concejal jurando sobre biblias es un fracaso de la especie, el descalabro como motor de esta tristeza evolutiva. A fin de cuentas, la existencia de la policía es la razón última por la que llamamos a la policía cuando nos roban; la razón principal de nuestro silencio cuando el ladrón habita la torre más alta. A fin de cuentas, no se entienden los vacíos sin los ángulos que los modelan y dan sustento. La insatisfacción constante y sus placebos son la llave de nuestros grilletes, el motor de su fábrica. Es imposible disfrutar de ningún paisaje cuando estamos trabajando. Los nómadas digitales simplemente tienen cadenas más largas, presentes e invisibles en Instagram. Al despertar pisamos una cucaracha muerta en su charco de caparazón licuado. Fabricar un solo rico cuesta tantos pobres. El quiebro desesperado que hacemos nos descuaja el cuerpo, sin agrietar la inercia que nos rodea.
5.
¿Por qué cada viernes estalláis de alegría animal y yo siento que cada viernes el mundo se derrumba, que se multiplican ambulancias y sirenas, que cada viernes debo anticiparme al golpe? Estalláis de libertad en la víspera del sábado, y a mí me aterra, me entristece y agosta vuestro concepto de libertad. La luna de esa noche es una uña perdida en el charco sucio de gasolina que cubre la madrugada. En la periferia se anudan los atascos del ocio tomando el relevo a los del tiempo asalariado. En el bramido animal de los borrachos atrincherados en el parque y coceando por la boca se rompe mi corazón para siempre. Me llamáis por eso amargado pero no soy yo quien necesita del ruido, del embotamiento -desconectarse del aire todo entre babas en el preludio del alba- para soportar la existencia, las horas de carne del día, las horas en que el día se hace carne en el mercado.
6.
Elefante 00:47
Cae la primera hoja del otoño y callamos un instante, tú, yo y la radio. . . Pasa el tiempo eterno en apenas un segundo . . y continuamos el camino, la charla, la risa, y Kiko Veneno en el altavoz. Nadie habla del elefante sin solución que se acomoda en el aire. Baja la bóveda de agosto y su cáscara.
7.
Cae la noche en cada amanecer de vagones atestados. Caemos porque así somos en un camino que no existe, una senda que es un derramarse de cuentas de collar y canicas. No insistimos en elaborar fórmulas secretas ni algoritmos en esta casualidad manchada de sangre y vacío. Nada justifica nuestro rescate del mar enfurecido, y nada sostiene la furia del mar. En la explosión que borra dientes infantiles está todo el discurso de la excusa, todo el absurdo de esta curva cruel que somos. Cae la lluvia sobre nuestras costillas abandonadas en cunetas sin memoria. El todo es un niño que sin maldad construye inútiles castillos en absurdos infinitos. La lógica del capital nos conduce a un mundo sin gente porque el hecho de existir interrumpe el flujo digital. Cuando el objetivo es un orbe sin vida toda forma de vida nos parece una plaga. Una guerra es una variante, una plaga un cálculo, y un desahucio, la incógnita de una ecuación. Cae la noche inacabable en la economía del vampiro.
8.
Leandar 01:14
salgo a leer poesía por los caminos siempre vuelvo a casa empapado en sudor trazo caracoles en el GPS leyendo poesía por los caminos intento retrasar el otoño bebiendo tinta de tinto de verano forzando pantalones cortos en la lluvia camino con un libro de poesía bajo las gotas ligeras como de ortiga dispersa las gotas van marcando las páginas el libro está más vivo que nunca el libro está cruzando el mundo la poesía cae del cielo se enraíza con tinta vítrea en el papel esta fina llovizna y su siembra de pequeños volcanes acné adolescente en constante ilusión cuando cruzamos el ecuador irritado de la vida erupciones cutáneas de la lignina marcando huellas en las manos siempre leo inclinado al caminar criando chepa porque mi ecosistema favorito es la derrota salgo a leer en días de viento cuando la catenaria del tren gimotea agotada de transportar sueños sin fruto a las ciudades a ciudades que son agujeros de bala salgo a leer por no quedarme tan adentro
9.
Sentirse adolescente y anciano al mismo tiempo, sentir que el tiempo está en tu mano pero no bajo control, sentir que eres una maderita agitada por las olas del reloj, marejada sin rumbo pero inexorable. En la periferia una bailaora flamenca se caga y taconea sobre el fútbol. Las nubes parecen gatos tumbados en mesas de cristal. Me sudan los codos cuando la brisa nos abandona. Madrid se ve limpia a la distancia en días de viento intenso, así que espero al huracán que una noche limpie todo. Me desmonto desmontando a Sorrentino, se me saltan las lágrimas con el suicidio de Steiner, me invade el anhelo de chupar tractores en cada pueblo bullendo de niños y ovejas. Conservo con celo la rabia resignada de no poder capturar los versos de cada noche de insomnio. Queda el consuelo de que todo error sea algo perfecto, un proceso casual y exacto, imposible de mejora, insuperable y natural en su catástrofe.
10.
Repoblación 02:24
Dirías que vivo en el campo pero me callan los anillos serpentinos de las autovías y su azabache. En el zumbido de tumor de las radiales encuentro todos los caminos bloqueados. Hay un vertido de lodos urbanos en los campos que nos rodean. Hay no obstante un olmo, extraño fénix, renacido y poderoso partiendo una colina de viejos cascotes. Aquí hemos plantado encinas y coscojas, hemos desovado sus brotes en lugares sin futuro; cambia la estación en un abrir y cerrar de ojos: la bellota que pierde su armadura es una pequeña roca de Sísifo. Por más retoños que plante no consigo comprender el invierno; por más plantones que siembre no consigo aliviar mi culpa, imposible limpiar su peso y construirse un perdón con la azada. No tiene espacio a mi lado el hipócrita que se declara neutral en el pausado combate entre savia y escombro. Bien lo sabe el viajero sin prisa: es imposible pagar la deuda que tenemos con los árboles, las fuentes y los manantiales. El mundo torna a sombra pero sin bosque. Qué gota de esperma turbio acudió a fecundar esta pobre tierra, tan lascivo en su cruzar el cosmos para quebrar la membrana de este óvulo casual y llenarlo de gente y acero. Me niego a escuchar, me niego a aprender, me niego a prestar atención a su lenguaje de mandíbulas que parten huesos, que desnudan raíces al sol cruel.
11.
El trabajo me impide escuchar poesía cuando mis yemas se hunden en teclados. De todos modos, qué injusto que un verso lo aproveche igual un torturador que una mano que empuña una semilla. Quisiera pensar que guardamos caballos en las bocas que hay potros piafando impacientes tras nuestras encías pateando su espera a la sombra de los dientes. Extraño el salto de la urraca con su rumbo de rombo, pero sé que el hombre envidia el aullido del lobo pues ningún sonido retrata mejor su nada, su absurdo humano. Las reglas del juego las dicta gente tan rica que sólo tiene bolsillos. Gente que acapara ruinas para venderlas como futuro cuando se pongan de moda. Prefiero dormir poco para pasármelo pipa.
12.
Para expresar este absurdo de la poesía no se me ocurre mejor solución que no escribir este poema. Todos los prólogos a páginas de versos son la repetición constante de un espejo abotargado. Para no hacerse daño sin beneficio: leer poesía como se lee a los situacionistas, como se observa caer las hojas, como se observa la luz limitando arquitecturas, como se escuchan conjuntados aves y cascadas. El traje nuevo del emperador es leer poesía con calma untuosa y grasienta, como queriendo trascender en lo nimio, leer del mismo modo que se extiende mantequilla en la tostada condenada a caer del lado malo. La poesía es algo tan útil como el deseo de inmortalidad con el que nos construimos el mundo.
13.
Aspiro a no estar en medio de las cosas, ni a espectador pretendo, paso así a ser parte del problema: inclinados y esgrimiendo cuchillos los dos hemisferios de la batalla, soslayados y vigilantes sobre mi cuello. Me falta vida, me faltan hojas en el calendario, pasos del minutero tropezando con las horas, me falta agenda para seguir cometiendo errores, para seguir corrigiendo rumbos. Todo es humo que huye rápido y es imposible reconocerse en el vértigo. Vivimos rodeados de emperadores desnudos y amenazas de hoguera para el hereje con ojos. Ya no hay tranvías arbitrando el boxeo de los coches, ya no hay palabras escapando de los teléfonos. Bajo el capitalismo no existimos, sólo somos funcionales. Envidio la soledad oscura y húmeda del champiñón, viviendo en un útero mineral lejos del frenesí sin meta. El silencio es un invitado incómodo en nuestros días, una visita cuya partida aguardamos impacientes pues su presencia es un espejo que no renta en el mercado. Cómo ser padre en estos días si no quiero sacrificar besos por balas.
14.
Personas y lugares que vuelven a nuestras vidas con la dejadez del madero pulido por las olas encallado en la arena. No pasa nada pero han pasado bocas y silencios y nubes de otra latitud. Miran con horror el dedo —el conejo— apartan hipócritas la mirada de su edificio —de luna—. Caminos construidos únicamente con tropiezos. En la cuenca de los ojos donde llueve con criterio equivocado plantamos un chopo. Llevar la cuenta de la vida en migraciones de aves y visitas a quirófanos ajenos. Es inevitable sentirse mareado como una papeleta de voto. Ser el calcetín perdido en las entrañas de la lavadora. Deslizarse en la derrota que ofertan con trucos las pantallas. Personas y lugares que nos dieron forma en un mundo que curva violento las rectas.
15.
Los niñatos se vuelan dedos con petardos ilegales. Los abuelos fuman puros con humo de lija sobre el carrito de sus nietos. La porra del policía que abre las cabezas se alimenta del silencio de quien aparta la mirada. El enfermo mental exhibe el cadáver asesinado y lo pontifica diciendo que tiene casta. Cria cuervos y te cagarán por todo. Conciliar el sueño es una cuestión de estrategia. La gente es malvada desde la infancia y no comete más maldades por mera supervivencia. La esencia de nuestra especie se resume sin problemas en la arquitectura aterradora de la tortura y el exterminio: coliseos, campos de concentración y mataderos, estadios de fútbol donde la gente desaparece entre alaridos, naves industriales clandestinas donde perros se arrancan las gargantas. Encendiste tu cigarro y quemaste el mundo entero. Siento que la historia se ha congelado que el mundo reposa somnoliento anidando un carámbano y me sobrecoge el terror y la esperanza pues las cosas se quiebran fácilmente a bajo cero. ¿Os habéis fijado en que los cielos siempre sobrecogen cuando no hay resto ni presencia humana alguna en kilómetros a la redonda? En estos tiempos en los que los teléfonos censuran todas las palabras cruentas que nos bajan al suelo, nunca he follado mucho pero siempre me han jodido. Qué cruel es la idea de lo eterno en la mente de los niños. Sólo en la distancia memorizamos los mapas, sólo en la nostalgia recordamos bien las calles. Ni de tan cerca que estamos dentro conseguimos tocarnos, porque la contradicción genética de la poesía es ser asesinada por la rima. Quizá el silencio al final de todo sea la mayor carcajada.
16.
No consigo envejecer como dios manda y me compone un puzzle grotesco de acné, rodillas gastadas y terrores nocturnos. Alcanzo ese momento implacable en el que los achaques pesan tanto como los recuerdos. Me roza el monstruo dulce y blando de la edad y me niego a tomar parte en rebeliones contra la rebelión. En esta cruenta guerra abierta entre píxel y palabra el elemento más letal y destructivo es la anécdota resumida en un gif. Vivimos en el fracaso del doctor Frankenstein, en el triunfo obsceno de Google, Amazon y Uber. Habitamos como ovejas el sueño del psicópata: un mundo de replicantes sobre los que arrecia sin castigo la tormenta de cuchillas y donde sin embargo el tedio se acaba instalando victorioso. Sentimos el terror definitivo, el terror extremo: el giro del viento solitario tras la máscara vacía. Creerse un lobo de las finanzas pero ser un cangrejo que retrocede tan asustado como el resto. Saber que todo ha fracasado cuando incluso la victoria alberga el miedo. Cómo sentir nada propio si todo está de paso, si es imposible apropiarse de los días, si ni tras la muerte te libras de la garra del dios avaricioso de los banqueros. Corremos furiosos sin destino como el conductor idiota que se enfrenta a la niebla y lo paga con sangre. Ay, este deslizarse sin conciencia de hacerlo hacia la vejez pero mal, cada vez más joven y más enfadado. Estoy más cerca de la muerte que de mi infancia y sé que mi destino en apenas un par de lustros será ser una mancha opaca como aquella noche en Valencia en brazos de mi madre, borrosa y desdibujada, cuando una paloma de juguete que desafiaba las plazas me abrió un mundo de maravillas confusas. Casi nunca centro en la muerte mis líneas porque estoy demasiado ocupado en burlarla durante el tiempo que me resta; no significa esto que me atemorice: significa que escapo de su control y navego satisfecho en una balsa de recuerdos que son un látigo de sal. Quién quiere la inmortalidad que de nada sirve en un mundo muerto, una eternidad esperando momentos de perfección como perfecto es cualquier cielo cubierto de nubes, momentos sin horarios en relojes, ni relojes en paredes, ni citas en el calendario. Me centro en hacer del mundo un anillo y de la noche lecho y de la mañana un suspiro y de los pasos, hechos, porque cuarenta y seis inviernos siguen siendo muy pocos veranos y cada verano es demasiado doloroso para una simple boca. Absurdos los números, absurdas las matemáticas que rompen toda lógica pues al sumar tus cuarenta y cinco y mis cuarenta y seis todo huele a adolescencia. Escucho en la noche de las autovías crepitar los pulmones rotos de las ciudades. Lenta agonía inadvertida y resignada; todo lo que alcanzo a ver y verbalizar son expresiones de algo moribundo que no me dejará ni en la tumba. Sé que a más de uno le encantaría que yo desapareciera, pero la verdad es que aún me queda mucho odio acumulado en mi sangre que fermenta. Por eso no me marcho, aunque mi viaje nunca acabe, porque quizás perderse sea la condición indispensable del camino perfecto. Siempre me queda la duda de si el caballo que corre por la pradera puede comprender el océano, porque creemos vivir en el ritmo de las mareas pero solo subsistimos bajo los dictados del tsunami. Me hago viejo; pero siempre que huele a jara, siempre que huele a hierba seca y mojada siento que he llegado a casa; es la única reacción cabal a esos momentos en que escucho palabras ajenas y asumo que no tengo rincón propio en el planeta.

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released December 31, 2021

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David San Martín Madrid, Spain

Pongo bases a cosas que escribo y que a lo mejor son poesías. Lo hago a toda leche y sin cuidado, porque mi poesía (?) es punk.
Le robo ideas a Natalia y su mala uva.
Tiro de soundtrap y looplabs.
En mi ansia por pasar a otra cosa no corrijo lo suficiente.
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