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1.
Llega la primavera y estallan los cristales de la madrugada. Quién puede dormir cuando el mundo vuela en astillas, cuando el orbe se parte en espejismos, quedándose ronco en los últimos rincones de la noche. Irse a dormir en tiempo de pandemia cuando los pájaros ya cantan. En la herida abierta de la noche nos derramamos, como errores de borracho que se enfada rutinariamente con el mundo. Un mundo donde el escorzo es la línea, donde la anormalidad es el molde en el que mueren nuestros átomos y la curva quebrada conforma la recta. En la noche se alejan los tiempos. Qué lejos quedan todos los años y qué poco sé de nada ahora, cuando las gentes que vinieron, van pasando al olvido y de repente se van, del todo. Aferrado al café en esta tormenta que en las madrugadas castiga mi cuarto, buscando bajo los led s la luz en las olas, partiéndonos la boca en las palabras que nos impiden dormir sin problemas.
2.
Horarios rotos como un recuerdo y el día que tropieza pasando turbio, como una borrasca de un mal sueño. Cuando salgamos de esta celda estamos obligados a soñar llaves y forjar cuchillos sin falta en su filo. Hemos experimentado un régimen FIES bajo en calorías y sin torturas. Me siento afortunado pues solo tengo problemas de sueño aunque mi economía esté sumergida y mi futuro no tenga color. Espero todavía el anuncio entre pompas de un referéndum sin trabas: “¿queréis que mueran vuestros viejos?”. Entre donaciones de asesinos y las vergüenzas exhibidas en ventanas un ave de muerte traslúcida decora los gritos de tus vecinas, porque nuestros días son una bóveda que ya no vaporiza mete oritos. Alguien ha descubierto que en casa es infeliz y que en el trabajo al menos no piensa. Tiemblan así los pilares de cada día cuando la esfera del reloj ya no sabe esconder más las mentiras. “Para qué” es la pregunta es la herida y el cañón apuntando con sorna a la sien.
3.
Adictos a sustancias me aleccionan apestando a cerveza sobre la primera causa humana: no el reparto de riqueza, no, al parecer es la libertad. Masticando animales, seres sedentarios al volante de su máquina de cáncer me brasean sobre el cambio climático porque cada día soy más incrédulo. Llevo X en las manos desde hace 30 años, “dejar de hacer” es mi opción vital hace tiempo, no formo parte del pelotón ni fusilo la vida en mi viaje cotidiano. A todos los lugares intento ir pedaleando y aunque las cosas sean como digas yo hace tiempo que estoy limpio. No tomo parte en los disparos, ni me integro alienado en las filas de la horda que en silencio va minando los pulmones de las nubes con silicio. El eco de los gritos moribundos llega a mi calle, como a todas; sé que no pulsé el gatillo ni firmé documentos que hicieran aullar al mundo ni que drenaran el mar de sus olas. Y aún así, con tu culpa monacal y mal curada me acusas de privilegios que no disfruto, porque alguien es torturado en las sombras o una vida desaparece en momentos mordida por bocas hambrientas pero cerradas. No, queridos no, no soy yo quien vive del plusvalor ajeno ni quien mata con su cuchara, ni quien pinta de dióxido el futuro de su hijo. Ni siquiera soy el que nutre al plutócrata, pues elegí ser cometa sin destino concreto. Mi elección es segura como un nicho, mi calendario está lleno de trampas y sé que mi cadera sufrirá el destino del ludópata en la ciudad tomada por las casa de apuestas. Camino limpio y desnudo entonces con la certeza de la certeza vivida; yo hice lo que buenamente pude, aún sigo remando donde no estorbe pero no callo cuando veo que el agua sube aunque entre risas, penas y acordes no espere ya nada ni encuentre salida.
4.
Tus recuerdos en la nube la cabeza en las estrellas. La tête dans les étoiles. Barrios irreales en la noche con bocas desvergonzadas buscando problemas en esquinas de drogas y carne, tras alambradas abiertas como atajos de navaja al barro. Descampados donde siluetas prueban su suerte y torres iluminadas reviven modernos dramas como maquetas antiguas. Papás y mamás de filtro, mechero y cerveza empujando un carrito y ya rumiando sin saberlo la pena por no poder resolver la pregunta del hijo que se hará mucho daño algún día porque es lo que ha mamado, optando por quemar los mapas. Calles donde se repite sin meta la vida, se repite como el ajo, como el circo de la democracia; barrios donde nadie pinta nada pero insisten en llenar de brochas las manos de quienes nunca aprendieron a pintar acuarelas. Interbloques con bancos donde lo único que se acerca al óleo es la grasa de motos que aturden columpios, revientan gatos y rompen farolas. A veces paseo por estos cementerios donde pasé las tardes de infancia, Me dicen que la primavera ha llegado al barrio de nuevo, pero yo sólo veo una serpiente mordiéndose la cola.
5.
Vivo en un mundo donde se pudre alimento por excedente en el bolsillo de los ricos; donde el corazón de un continente se construye con pandemias que hace un siglo tienen cura; donde el confinamiento y la tortura se pretenden herramientas de reintegración. Un mundo gobernado por gente que quiere morir multimillonaria entre llamas y hambrunas. Un mundo que me ha encerrado en casa hace ya un tiempo, pues en la gente encuentro más problema que solución. Cómo me pides entonces que escriba sobre este virus, sobre quedarme en casa si paso años sin cantar otra cosa. Ya ves, nosotros escribiendo y cantando en esta furia inútil por dejar un legado; y tantas fosas comunes por el mundo llenas de dolor anónimo sin poso en el tiempo. Eso sí, nunca canté en balcones: me invade esa vergüenza ajena de la saeta pomposa e hinchada al paso de un muñeco de madera. En los balcones se cuelgan las vergüenzas. "Yo aplaudí a los sanitarios". Como Boris Johnson, como Ana Botín. En cambio, no te vi en la marea, y sí riéndote de mi pancarta —la de "Todos somos pensionistas"— que cruzaba Madrid a pedales. Como vecino prefiero una gotera antes que las banderas de los idiotas. De esta no salimos juntos. De esta hemos entrado y saldremos separados. Como debe ser. Vivimos un momento Stalingrado en el que los soviéticos dejan de luchar porque el socialismo les parece autoritario. Estamos vendidísimos y orgullosos de la derrota de nuestros hijos. "Cuando esto pase..." seguirá pasando, pero no lo veremos. Cantan los pájaros diferente y las carreteras tiemblan ante el bosque. Frente a la ley del mercado la ley de la gravedad, el peso inabarcable de lo dialéctico y esta fragilidad desnuda como la primera noche. ¿Quién será el primero, cuando esto acabe, que, mirando los cielos, limpios como nunca, decida apuñalarlos con las llaves de su coche como siempre? La normalidad es el ruido. Lo normal es el asesinato. Es normal el cadáver a los postres y sangrando por todo el menú, y flotando en el café. El ciclo de sueño del mundo son las horas de sueño del tiburón y su interés parejo por el ser humano. El dinero se deja llevar por la corriente y descansa de su matanza cotidiana. Cuando todo esto acabe no habrá parado su cielo de dentelladas bajo las olas del mar infinito.
6.
Ahora que huelo a señor mayor, ahora que huelo a gordo, ahora que estoy amargado, ahora que estoy orgulloso. Qué revolución haré yo si mi espalda cruje y mi cabeza se vence bajo los tejados. Si la única vez que amenacé a un empresario con mi sindicato, mi sindicato me dejó tirado y el empresario sigue bailando sobre tumbas. Qué revolución ni que consciencia del momento si sólo me puedo dejar bigote para estar a la altura de la historia Ahora que huelo a señor mayor, ahora que huelo a gordo, ahora que estoy amargado, ahora que estoy orgulloso. Sólo guardo una certeza obligada: no seré un viejo de cuerpo roto por el trabajo al que le roban la pensión y la cama del hospital. Sería horrible morir sin haberse hastiado de todo, de todas las guitarras y todos los versos y todas las películas y todos los abrazos; Me pasa haciendo música lo que me pasa con la comida: prefiero la cantidad a la calidad, lo importante es seguir el camino y asegurarme de estar vivo y fuerte bebiendo el zumo del mundo como si el mañana fuera un cuento de niños. Ahora que huelo a señor mayor, ahora que huelo a gordo, ahora que estoy amargado, ahora que estoy orgulloso. Procedo al parte de guerra: Se han diezmado las calles y las fábricas, se han decuplicado los pobres y los beneficios. El terror de perder el curro es el terror de perder las cadenas. Los que viven a más distancia social de ti son los que se pueden permitir la distancia física. El lenguaje es un arma sin inocencia en estos días de derrota. Y el lenguaje es la ciénaga en la que habéis hundido mis puños. Habéis conseguido que quedarme en casa mano sobre mano sea menos lesivo que toda vuestra militancia. Ahora que huelo a señor mayor, ahora que huelo a gordo, ahora que estoy amargado, ahora que estoy orgulloso. Con la excusa de que los tiempos cambian repetís los errores y mentiras de siempre. Todo cambia para que nada cambie, sólo queda lodo flotando en las aguas revueltas y estancadas. Cada línea de verdad es un gargajo en vuestra cara, un paso más hacia el desierto, con la izquierda militando en causas que financian billonarios anticomunistas, porque la excusa de la libertad es el eslógan de la libertad de mercado al final de esta fábula Ahora que huelo a señor mayor, ahora que huelo a gordo, ahora que estoy amargado, ahora que estoy orgulloso. Tengo ya cuarenta y cinco y me esfuerzo en no aprender más nada, pues a la vejez se entra haciéndole un quiebro a la infelicidad y su cornamenta desesperada. Ahora que huelo a señor mayor, ahora que huelo a gordo, ahora que estoy amargado, ahora que estoy orgulloso.
7.
Occidente está lleno de cretinos que no entienden que también los africanos se odian y matan entre sí. Cretinos en países enviando migajas sanitarias financiadas por las mismas multinacionales lanzando en paracaídas a los mercenarios que torturan a Lumumba y Sankara, gigantes blancos armados hasta los dientes troceando y desmenuzando tierras de ensueño pero sin futuro. Capullos que piensan que sin Gulag ni Paracuellos el capital procederá al reparto de la riqueza algún día. Criaturas desustanciadas sin esencia que pretenden ignorar que el lugar de su filosofía es el saqueo del resto del mundo. Un mundo que no ha cambiado tanto como pensáis. Vosotros sí. Si que habéis cambiado y por eso os morís de vergüenza en las noches. ¿Por qué a tanta gente le cuesta entender que una de las tareas del gobierno es gestionar la muerte como un elemento más de la economía? Clase media aspiracional buscándose en grupos de autoyuda que no ayudan a vivir pero sí a aguantar las tormentas de mierda que nos caen a diario. Mi barrio es un barrio de gente triste, que no llega a pedo pero se cree mierda. Cuando llueve fuerte las cloacas inundan sus chalets burbujeros construidos entre escombreras. Gente idiota que se siente solidaria porque aplauden en ventanas como las focas, mientras desean alambradas bien sólidas alrededor de la miseria de sus vidas, no vaya a ser que el espejo ya no soporte el tamaño del embuste y la mentira sobre la que han traido hijos desganados y sin nubes a este mundo siempre en guerra.

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released April 16, 2020

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David San Martín Madrid, Spain

Pongo bases a cosas que escribo y que a lo mejor son poesías. Lo hago a toda leche y sin cuidado, porque mi poesía (?) es punk.
Le robo ideas a Natalia y su mala uva.
Tiro de soundtrap y looplabs.
En mi ansia por pasar a otra cosa no corrijo lo suficiente.
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